En poco más de 10 años, la
popularidad del Pilates ha conseguido posicionarlo al mismo nivel que otros métodos
de entrenamiento tan ancestrales como el Yoga o tan reconocidos como las
escuelas de gimnasia tradicional. Esta rápida popularización comenzó con
distintas celebrities atribuyendo su
buen estado físico a la práctica de Pilates. Hoy se ha consolidado en su mayor
parte gracias a la idea generalizada de asociar la técnica a un determinado
status social, a una concepción de la figura de la mujer o el hombre modernos
que podríamos enmarcar dentro de lo que se puede llamar el “efecto Font Vella”.
Aunque el Pilates ha demostrado
sus efectos físicos a nivel estético, reducirlo a ese único objetivo supone
limitar una técnica que se concibió como un gran instrumento de rehabilitación
para patologías y disfunciones del sistema musculoesquelético. Cuesta imaginar
a Joseph H. Pilates preocupado por la apariencia de los enfermos que trataba en
el campo de concentración en el que fue recluido mientras utilizaba los muelles
de las literas para improvisar máquinas de rehabilitación que más tarde se
convertirían en la base de su “Contrología” y de su método.
La gran diferencia entre el
Pilates y otras formas de entrenamiento que podemos encontrar en cualquier
gimnasio es su respeto al cuerpo humano a la hora de ejercitarlo. No se busca
realizar un movimiento de forma cerrada y repetida hasta agotar y potenciar un
músculo, sino realizar patrones de movilidad cíclicos en los que participa el
conjunto corporal buscando un equilibrio entre respiración, músculos, reclutamiento,
mente, equilibrio y posición.
El Pilates es una técnica que
requiere paciencia y conciencia
corporal. Normalmente las primeras clases se emplean en instruir a los alumnos
sobre cómo moverse. Esto provoca que algunos opten por otras formas de
entrenamiento en las que desde el principio acaba uno agotado y con la
sensación de sentirse más fuerte. En ésta técnica sin embargo no se consiguen
mejores resultados por llegar más lejos al estirar una pierna o por hacer más
repeticiones. Cada ejercicio es efectivo cuando conseguimos realizar el
movimiento utilizando ciertos músculos para movilizar y otros para estabilizar,
junto a una respiración que nos lo facilite y a una postura correcta, sin
realizar compensaciones y respetando dentro de lo posible la alineación de
segmentos corporales ideales para cada postura.
La rehabilitación basada en Pilates busca la obtención de los siguientes 6 principios:
1) Respiración: Debe estar
integrada en el ejercicio. Como norma general inspiramos al extender y
espiramos al flexionar. No debemos
olvidar que el diafragma y la musculatura respiratoria participan en la
estabilidad lumbopélvica.
2) Estabilidad de la columna:
Tanto en movimiento como manteniendo una postura. Importante para tratar
lumbalgias y cervicalgias y desalineaciones (cifosis, escoliosis, etc.)
3) Articulación de la columna: Se
intenta conseguir que la columna trabaje de forma intersegmentaria, disociando
entre sus tres regiones y entre casa segmento intervertebral. Nos aporta
flexibilidad y es un buen estímulo propioceptivo para la reducación postural.
4) Estabilidad del hombro: Facilita
la contracción aislada de musculatura local e inhibe la acción compensatoria de
la global durante el movimiento. Útil en tendinitis y en inestabilidad
glenohumeral.
5) Alineación de los miembros: Se
trabaja de forma funcional. Intentando imitar un esquema corporal idóneo en el
que el movimiento de extremidades no provoque compensaciones en las
articulaciones proximales (cadera y hombro)
6) Coordinación motora: Se
consigue cuando los movimientos para realizar una acción son secuenciados en un
orden lógico, que implique el mínimo esfuerzo muscular y mantenga el equilibrio
entre estabilidad y movimiento.
Junto a estos principios existe
otro gran pilar en el que se sustenta el Pilates; el trabajo constante del powerhouse o centro de control. Se trata
de un grupo de músculos profundos situados a nivel del centro de gravedad
humano (a nivel del ombligo), entre el abdomen y las lumbares. Son el
transverso, multífidos, suelo pévico y diafragma principalmente. Son claves en
la estabilización del tronco durante el movimiento y su descompensación es una
de las principales causas de dolores y malas posturas en el día a día. Su
entrenamiento suele estar bastante descuidado comparado con músculos
superficiales menos importantes para el control y la estabilidad como los
abdominales o el cuadrado lumbar.
En su origen el Pilates constaba
de 37 ejercicios en colchoneta y más de 100 utilizando máquinas. Hoy en día la
cifra se ha multiplicado considerablemente. Los ejercicios de suelo son una
buena opción para realizar en cualquier sitio, pero tienen el inconveniente de
contar con menos ayudas o resistencias al movimiento. Las máquinas son el
cadillac, el reformer, la silla y el barril. Trabajar con máquinas es
especialmente útil en las primeras etapas de rehabilitación y si se quiere ejercitar
a niveles más altos. En la práctica la mayoría de objetivos pueden alcanzarse
trabajando tanto en máquina como en suelo.
Si nos animamos a probar la
experiencia del ejercicio con Pilates es esencial ponernos en manos de un
entrenador propiamente cualificado para ello. Si además lo que queremos es
rehabilitar una dolencia, patología o déficit estructural lo más lógico es que
nuestro preparador sea un fisioterapeuta que pueda personalizar el ejercicio a
las necesidades de nuestro problema. En todo caso el seguimiento por un
profesional que vigile nuestros movimientos, posiciones, reclutamiento muscular
y compensaciones es indispensable. Pilates nada tiene que ver con una tabla de
ejercicios o con un circuito de entrenamiento, se trata de una disciplina o
método que requiere conciencia y aprendizaje. Se recomienda además que el
número de alumnos por clase no supere los 5-6 para tener un buen seguimiento
del alumno en todo momento. Por último es aconsejable agrupar a los pacientes
con patologías o problemas parecidos en las mismas clases, para poder hacer el
programa lo más acorde a sus necesidades.